Oh! Sueños sueños!
Soy el onírico cúmulo de mis recuerdos de somnolencia y fiesta. Que no terminen estos días y que siga la música sonando.
La gente envió hacia mí la energía que provoca cambios y desaparece ciudades, las convierte en polvo de hadas. (Hadas, por dios! Que todo lo conceden! Tan sexosas, tan radiantes, juveniles, seductoras y pasionales.)
Quizás un hombre nuevo nace de las cenizas del fénix -NO FENIX, sino Güilota-. Decido una vida nueva. La fiesta conlleva responsabilidades, que, aunque no impedirán mi muerte, por lo menos la harán tardía.
La verdura y el ejercicio como suplemento a la tertulia y la autodestrucción. Quien ama la vida, no debe dejarla ir tan rápido. Y si la velocidad es su manifestación más próxima debo decir, que mi vida ha sido feliz.
Hoy no temo a la muerte, ni al escenario, ni a la música, ni a dejar la carrera, ni a las hadas, ni al mal gusto.
Hoy bailaré como nunca! Grita la canción del Disco Hermoso, y yo lo grito, pues no soy yo quien escribe, sino mi voz en alza que fulmina con la pasión que caracteriza esta poesía inútil y sinsentido.
Mis palabras, no sabias, no estrepitosas, tan solo nocturnas y cocacolientas, de tabaco y marihuana, fluyen cual caudal de luces de color.
Y ya solo escribo pendejadas llenas de alegría. Ignórense todas estas. Pero léanse con ánimos de cambio.
Yo creo en las hadas, sí creo, sí creo.
(Y hoy las hadas no mueren, solo se precipitan hacia mi cabeza mientras duerme)
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