Todo cambia con un beso, aunque haya los ciegos y sordos que no se dan cuenta y que admitan lo contrario. Jamás la mirada volverá a ser la de antes y las pupilas reconocerán unas en las otras la sensación eléctrica de mirarse a sabiendas de un beso pasado. Himen ocular, primera vez, pérdida de la inocencia retiniana, la virginidad se pierde con un beso.
Pero se convierten en amantes y un hilo, no de baba, no de seda, de a mentiras, los unirá por siempre, como declaran las cuartas dimensiones una vez que un objeto entra en contacto con otro.
Y es el momento de decir que no hay hombre que bese como una mujer. Y no hay mujer que quiera besar como hombre. Lo que les da una ventaja admirable. Sus besos son frágiles pero mejor sostenidos que palmera en huracán. Y los hombres besan como tarugos hambrientos de fuego, que antes de saber utilizarlo para cocinar algo, se han quemado.
Una mujer entiende más que el hombre que los labios no son una parte más cuyo destino fue el de recibir alimento y ósculo. Es una frontera considerable para definir conductas y tomar desiciones de impacto hacia sus vidas.
Pero rara vez el hombre negará el beso. Siendo este mi caso, debo decir en mi favor, que cada beso que he entregado, ha sido no en vano, producto del amor que profeso hacia los seres humanos y hacia mi mismo.
No besé bocas para tirarlas en un lavabo. Besé bocas para mecerlas en mi meditación nocturna, cuando me revuelco en la cama pensando, antes de dormir.
Eso que siento a veces, es la exitocina amenazándome, como suele, a hacerme adicto a ella. Demencia temporal. Obsesión.
Me faltan besos. De labial, de carmín, de mujer.
1 comentario:
yo quiero un beso!
Publicar un comentario